28 de junio de 2009

La foto salió movida

(“Papeles Inesperados”, Julio Cortázar. Ed. Alfaguara, 2009) Cualquier recopilación de textos inéditos es, de por si, algo que despierta sensaciones contradictorias. Por un lado, salvo en los casos donde la mayor parte de la obra del autor es inédita (como con Kafka) genera la protesta de “Che, si no lo editó mientras estuvo vivo por algo será”. Por otro lado, cuando el escritor en cuestión es uno de nuestros preferidos, es casi imposible sobrevivir a la tentación de echarnos encima de las migajas que se cayeron mientras realizaba su obra, como quien le pasa el pan al plato.


“Papeles inesperados”, la compilación que recientemente editó Alfaguara de relatos inéditos de Cortázar, viene a sumar mas conflictos aún a los ya nombrados. Se trata, “en su mayoría” (según la editorial) de textos rescatados casi por casualidad de un cajón olvidado en el escritorio de Cortázar. Apenas uno se entera de esta historia, es prácticamente incapaz de resistirse al deseo de echarle una ojeada a esos papeles.


Pero la triste realidad es que esos escritos son minoría dentro de la compilación y, para colmo, son los menos interesantes. El caso más triste y paradigmático de esta “estafa” es un cuento supuestamente inédito de “Un tal Lucas”, cuya única diferencia con una narración aparecida en ese libro, es el titulo.


Hay un par de ficciones que escapan a esa regla, como un capítulo suprimido de Rayuela (que no pertenece al “tesoro encontrado”), y algunos cuentos más que se mantienen a la altura, pero que por si mismos no justificarían la compra.


La mayor parte son artículos rescatados de publicaciones en diarios de la época; prólogos a ciertos libros, y un par de cartas (abiertas y no tanto) que escribió a lo largo de su vida. Pero a pesar de no haber sido “rescatados” del famoso cajón, terminan siendo los más atrapantes y los que más interés aportan al volumen.


Enganchan porque logran bajar a Cortázar del pedestal canónico donde se encuentra tradicionalmente, y lo devuelven a la posición de escritor polémico y resistido en su época. No son pocos los artículos donde se dedica por completo a defenderse de distintos ataques (su relación con Cuba, su adopción de la ciudadanía francesa, su radicación en Francia, su “argentinidad” y hasta el uso del género fantástico, entre otros).


También abundan los escritos tanto periodísticos como de congresos, donde el eje esta formado por cuestiones políticas. Más allá de si uno concuerda o no con los ideales de Cortázar, llaman la atención en un sentido histórico. El hecho de que ciertos problemas sean tratados en presente, y de una forma cotidiana, sirve para ver esa etapa con otros ojos. Además, son los que con más éxito logran el objetivo de “completar” la obra general del autor, ya que muestran una faceta un poco más alejada de su rol literario y más centrada en sus actividades políticas.


Pueden resultar un poco reiterativos ya que suelen tratar, en general, sobre los mismos temas. Pero como son artículos de actualidad, logran atrapar desde los hechos puntuales que aborda en cada uno: ciertas declaraciones del General Viola, distintas aproximaciones al problema cubano, la caída de Allende, el proceso argentino durante el mundial 78, y muchos mas.


Otros textos son una suerte de diarios de viaje, en su mayoría a Cuba, pero también a México y la India. En ellos, la crónica, a través de los ojos lúdicos de Cortázar, se desprende del lugar común y se inscribe dentro del realismo fantástico que caracteriza al autor. El resto del libro consta de algunas poesías no muy afortunadas, ensayos sobre ciertos personajes contemporáneos y algún que otro juego literario con amigos.


“Papeles Inesperados”, es un libro que al terminarlo, deja la sensación de no haber cumplido con lo que prometía. Pero como aquel Cronopio que buscando las llaves en sus bolsillos se encontró con fósforos; uno, buscando encontrar nuevos cuentos de Cortázar para regocijarse, puede encontrar en este libro una suerte de maquina del tiempo. Sentir por unos momentos que vivimos en los años en los que escribió su obra, y conocer en detalle las diferentes luchas que tuvo que pelear tanto para defenderse a si mismo, como para defender los ideales que adopto a lo largo de su vida.

22 de junio de 2009

El Elogio de la Locura


(Cuentos completos, Leopoldo Maria Panero, Ed. Paginas de Espuma) La película “El desencanto”, o al menos la reseña que apareció hace unos días en este blog sobre ella, bien sirven como introducción a los Cuentos Completos de Leopoldo Maria Panero.
Pero si usted es vago; o no le interesa el cine; o no le gusta como escribe sus reseñas P.S., le alcanza con saber que el autor de estos cuentos, es hijo de Leopoldo Panero, uno de los principales poetas e intelectuales del franquismo. Sirve decir también que desde pequeño su vida es un derrotero por los distintos manicomios de España. Y por ultimo, vale remarcar, que es, dentro de la familia Panero, el principal retractor de la obra de su padre.

Esta relación conflictiva (siendo amables) con su progenitor, se deja ver con mayor énfasis en el primer libro recogido en esta edición, “El lugar del hijo”, donde todos los relatos giran, o al menos tienen como un ingrediente central precisamente las relaciones filiales: padres que comen a sus hijos, e hijos que matan a sus madres, entre otras perversiones. Este rasgo es llevado al extremo en “Presentimiento de la locura” (uno de las mejores narraciones del libro), donde un padre borracho y su hijo adoptado van alternándose en los roles de víctimas y victimarios a lo largo de las páginas.

Pero a medida que uno avanza por las páginas de Panero, empieza a darse cuenta de que la relación con su padre, lejos de ser un eje temático en su obra, solo le sirvió como “inspiración” para su primer libro. El eje, en realidad esta formado por tres conceptos que interactúan en todos y cada uno de sus cuentos: La locura, la ciencia, y la mística.
Locos que acceden al conocimiento por medio de la magia negra, científicos que gracias a la locura alcanzan un conocimiento místico. La ciencia y la locura son, en el universo de Panero, dos medios similares para alcanzar el mismo fin.

Esa búsqueda siempre esta minada de excesos y de horror: Asesinatos, canibalismo, sacrificios, rituales escatológicos. Todo tipo de excentricidad, si es lo suficientemente desagradable, parece valer, según Panero, para acceder a ese conocimiento superior, que es siempre potestad del loco.

Todo lo dicho hasta ahora puede sonar atractivo, al menos para gente perturbada como uno, pero plasmado en el papel no siempre termina siendo tan satisfactorio como promete. En realidad, al leer los cuentos de Panero no puede evitar la sensación de estar leyendo a un autor tardío. Uno no reconoce en él un escritor post-franquista, hijo de las corrientes narrativas de la segunda mitad del siglo XX, sino más bien da la impresión de ser un escritor del siglo XIX. Los nombres que golpean nuestros cerebros son viejos conocidos como Poe, Rimbaud, Baudelaire, Lautréamont, y, principalmente, Lovecraft.

Esto puede ser un dato menor, incluso esnob, por considerar un defecto el hecho de no ser “moderno”. Pero hay dos detalles que vuelven estos detalles algo fatal para su obra. El primero, es que Panero no es Lovecraft, Poe, ni ningún otro de sus “mentores”, y se nota. El segundo, es que el lector contemporáneo es muy distinto al lector del siglo XIX. Lo místico relacionado con la ciencia, e incluso con la locura eran temas que en el siglo XIX podrían ser considerados incluso tópicos. A nadie le extrañaba leer en Poe que un médico por medio de la hipnosis lograra hablar con un muerto. Pero hoy por hoy, cuando leemos a Panero, es sumamente difícil sentir la misma inquietud. Pensar que, como ocurre en el relato “El lente”, un microscopista logre ver el infierno en una gota de agua es algo muy poético, pero en absoluto inquietante.

Lo místico, en sus cuentos, en lugar de generar “terror”, genera alivio. Relatos que logran que uno se inquiete, explotando de forma brillante la ambigüedad de la locura, son arruinados con estruendo por la solución mística, caprichosa, incluso forzada en algunos casos, que rompen absolutamente el clima de la narración.
Quizás por eso los relatos que mejor sabor de boca dejan son los del segundo libro, “Confesiones de un asesino”, y los inéditos, que suelen centrarse mas en los tópicos de locura y misticismo, dejando la ciencia de lado.

En esos textos, más modernos también en lo formal, Panero va y viene de la locura. Es verdad que también son estos los relatos más simbolistas, y más dignos de un “poeta maldito”, pero en este caso uno le perdona más fácilmente el anacronismo. Principalmente porque es mucho mejor alumno de Baudelaire y Lautréamont que de Poe y Lovecraft, pero también porque son narraciones mas inmersas en la locura, sin intenciones de racionalidad, y donde mas fácilmente da rienda suelta a su poesía de la enajenación.

Por ultimo, vale decir que tres de estos relatos, en realidad no son obra de Panero, sino que son “traducciones” de cuentos de Fitz-James O´Brien y de Arthur Machen. Pero la forma particular de traducir que tiene Panero (en palabras de él, sus libertades o liberalidades), que le permite agregar desde palabras aisladas hasta párrafos enteros a el texto original, y la afinidad de estos relatos con respecto al conjunto, permiten que uno los asimile dentro de la obra del autor sin mayor escándalo.

En definitiva, los Cuentos Completos de Leopoldo Maria Panero son una buena opción para aquellos que luego de ver “El Desencanto” quedaron enamorados del personaje y quieren entrar en su mundo, o para aquellos que se enamoraron de su poesía y quedaron con ganas de más. El resto de los mortales quizás no se sientan tan atraídos por sus relatos, a no ser que sientan cierta afinidad con los temas que obsesionan al escritor español.

19 de junio de 2009

IronizARTE

(El artista.Duprat-Cohn. 2008) Era fácil, muy fácil hacer un tratado sobre la hipocresía en el arte. Desde el título y acercándose a la primera sinopsis argumental uno se fastidiaba por adelantado suponiendo una prédica bienpensante moralizadora o emocionalista sobre el problema de la creación artística. De no haber mediado el “chiste” demasiado atractivo de ver a Laiseca jugando a ser enfermo mental y al galán decadente del pop, Sergio Pángaro, como su enfermero, quizá la entrada nunca hubiera sido pagada.

Pero, frente a la pantalla, la primera película de ficción de Cohen-Duprat (creadores de Televisión abierta que venían acercándose al cine con un par de proyectos experimentales y el documental Yo presidente) sorprende para bien. El guión es muy sólido y alterna entre el minimalismo y un tono zumbonamente irónico (pero no abiertamente paródico) que divierte y no pesa, crea más preguntas de las que cierra y no desciende nunca a la facilidad emotiva. Esto se ve especialmente en la definición de los personajes, que hacen poco y dicen menos (en el caso de Laiseca sólo “puchos”) y deja de esta forma abierta la puerta para que los límites morales de sus actos corran por cuenta del espectador. La dirección de actores es funcional en este sentido ya que los espacios vacíos de palabras son llenados generosamente con actuaciones físicas por demás expresivas. Sí Pángaro está muy acertado (dijo haberse inspirado en Riquelme y en su distancia emocional), los laureles hay que dárselos a Laiseca que construye verdaderos monólogos interiores con miradas y con los movimientos de sus manos.

En contra habría que nombrar, necesariamente, ciertos rasgos que recuerdan, demasiado por momentos, a “Desde el jardín” ("Being There", Hal Ashby) y su estúpido convertido en referente de la alta cultura. Y también una virtud que se vuelve en contra: una voluntad excesivamente marcada de filmar de forma bella. La super abundancia de planos fijos y la construcción minuciosa de los encuadres, aunque al principio cautiva por la belleza, pronto fatiga y hace pensar que estos dos directores necesitaban dejar muy claro que, aunque su cuna fue la tele, también saben filmar bonito.

14 de junio de 2009

La edad de la inocencia

(Adventureland. Gregg Mottola.2009) Cine pensado especialmente como un golpe al corazón de los varones. El tipo sensible puede ir por estos días a su sala amiga y encontrar retratados sus dilemas adolescentes, esos que guarda en lo profundo de su psique, los haya resuelto o no. Y sin duda va a salir de la sala conmovido y reconfortado, porque esos conflictos son allí tratados de manera amable y, al final de la película, se solucionan felizmente.

Adventureland propone un viaje a la adolescencia tardía, ese momento en que se sospecha que se debe dejar de ser proyecto para convertirse en acción. Un veinteañero pasa el verano pre-inicio de la facultad trabajando en un parque de diversiones medio pelo y ahí tiene que decidir quien quiere ser y con quien quiere estar cuando las vacaciones terminen.

En Adventureland no se cuenta ninguna historia original, es más, está plagada de lugares comunes, pero la mirada que elegida al narrar es lo que la vuelve entrañable. Su director, Gregg Mottola, para filmar, se encarna sin protección alguna en el protagonista del cuento y toma su forma inocente, acomplejada y también deslumbrada de ver el mundo. Por eso las chicas son opacas, no podemos conocer su interior, solamente acceder a sus cuerpos y a lo que deciden mostrar, porque lo de adentro es misterioso e insondable. Los amigos son muletas que a veces lo dejan a uno rengo y toman caminos propios. Por su parte, los mayores muestran un horizonte que conviene no seguir, son débiles y tratan de esconder sus miserias, aunque de vez en cuando se les ve la hilacha.

El film es piadoso y despreocupado con sus personajes, no los juzga, solamente los acompaña a vivir. Por eso es que el espectador se siente cómodo con ellos, porque todos hacen lo que pueden y como pueden, como cualquiera de nosotros.
Adventureland podría funcionar como una precuela de Alta Fidelidad. Su protagonista está planeando la etapa de la vida de la que su hermano mayor John Cusack ya está haciendo balance en la obra de Fears. Ambas son una películas de género (masculino), pero aptas para todo público, visitas a las cabezas de los hombres, con todo lo simpáticos e insoportables que pueden ser. Como en la vida misma.