Cansado de grabar el nuevo CD que va a traer de nuevo a Roxy music desde los 80, Brian Ferry dijo basta, se aflojó la corbata, se desbrochó el primer botón de su camisa Prada (no es posible imaginarlo en chomba o en jogging) y se tomó un respiro. Este respiro es Dylanesque, un disco homenaje donde versiona temas de Bob Dylan.
Hay un mito que dice que las canciones de Dylan suenan mejor en una voz que no sea la suya. Este disco no viene a desmentirlo, la cuidada interpretación y los arreglos prolijos e inspirados nos devuelven viejos hits revolucionarios flamantes como si estuvieran recién escritos.
Pero no se conforma con eso nuestro atildado dandy. En una época en que los discos homenaje parecen ser un buen negocio, Ferry nos presenta su particular idea de lo que significa hacerle a alguien un cumplido. Seguramente es difícil quitarse el sombrero frente a un mito cuando se es, como en este caso, casi una marca registrada; y mucho más cuando las características propias de esta marca son diametralmente opuestas a las del homenajeado. “ Una canción puede ser lo que quieras que sea. Crecí con la idea del jazz de que se puede hacer una canción de muchas formas distintas" contesta a un periodista de El Mundo de España que pretende crucificarlo por limarle las asperezas a The times they are a changin. Y esa parece ser la clave para entender lo que Brian Ferry entiende por hacer un cover. Lejos de hacer versiones respetuosas que recuerden al original, Ferry convierte fatalmente las canciones de Dylan en otra cosa, usa las melodías y letras como materia prima y las moldea hasta hacerlas otras, distintas, sorpresivas.
Los 11 temas elegidos son del Dylan de los 60 y esta elección habla, quizá, de encontrar las canciones en estado puro, en versiones que piden a gritos ser revisitadas. Y así, como por arte de magia o del glam, un par de hits revolucionarios y varias baladas ya clásicas se convierten en canciones que parecen escritas desde siempre para ser cantadas por Ferry.
Hace falta volver a las versiones originales para entender totalmente cuánto de juego hay en el proyecto, pare ver que la apuesta está en no dejar nada en donde estaba. La mismas letras en la voz de Ferry cobran otro sentido, son re interpretadas y parecen decir otras cosas. La historia de un bohemio reventado en Just like tom thumbs blus queda convertida en el lamento de un bont vivánt glamorosamente arruinado, y la calamaresca If not for you en un galanteo ultra sexy. Cuidadosamente le quita el cuerpo a la canción de protesta y cambia, con distinción, agresividad combativa por una distante ironía. El himno revolucionario The times they are a changin es un caso particular en este sentido. Esta canción, en su momento un estandarte contra Vietnam, sin cambiar una palabra queda convertida en una prima hermana del Heroes de Bowie, que hace pensar que los vientos de cambio que se avecinan harán un mundo, sino mejor, seguramente más lindo.
Pero no sólo se limita a estilizar las canciones, quitarle al viejo Bob el vino de la mano y ponerle un brandy en su lugar. Simple twist of fate y All I ready I want do (que esconde también un homenaje a la versión de The byrds), por ejemplo, son despojadas de su melancolía y se convierten en hitazos de Roxy music. Sólo en Gates of eden y aún más en Knocking on heavens door, hay un verdadero homenaje, un saludo respetuoso a la armónica más notable de la historia de la música (aunque le pese a León).
Brian ferry asegura en sus entrevistas que no conoce personalmente a Dylany que no sabe, en realidad, qué piensa de sus versiones. Cuando se le pregunta qué le diría si se encontrara cara a cara con él. Brian se hecha para atrás en la silla, se aparta su flequillo descuidadamente ordenado de la frente y contesta con elocuente sobriedad inglesa: “Le diría: Espero que no te importe”.