27 de agosto de 2008

Tócala de nuevo (y de nuevo, y de nuevo...) Sam




Odio hacer listas, me pongo nerviosa, dudo, me conflictúo...
¿En qué cabeza cabe que alguien puede casarse con 10 discos por toda su vida?
La lista no puede sino cambiar permanentemente, entran salen, me enamoro y me desenamoro de discos todo el tiempo... No soy tan coherente.
Pero, si te llaman a jugar, es mala educación decir que no. Y como el personaje de Michael Fox de "Volver al fururo" no tolero que me llamen "Gallina". Por eso aunque sé que una vez cerrada voy a acordarme de injustos olvidos y voy a morir por reescribir este post o sumarle parches justicieros, acá va mi lista...
Pero primero establezcamos los criterios generales que me permitieron armar la renuente lista. No soy capáz de justificar cada elección una por una como lo hicieron otros de mis compañeros de blog. El resultado puede parecer caótico y arbitrario (y en verdad lo es), pero todos los títulos coexisten en el ilógico y heteróclito universo que forma mi particularísimo gusto. Y aunque no lo parezca, tiene sus reglas: para evitar la trampa que supondría caer en pasajeros enamoramientos o infaustaciones temporales, decidí sólo incluir aquellos discos que cumplan algunas condiciones básicas que los hace ser digno de este galardón. Todos los discos más abajo citados:
  • Me acompañaron, al menos, por 5 años (una medida prudente para saber que una relación de amor musical es genuina).
  • Pueden ser escuchados con cualquier estado de ánimo y en cualquier momento del día e, invariablemente, producen exactamente la misma alegria (hay ciertos títulos muy oportunos para situaciones puntuales que no se sostienen en otras, esos tuvieron que ser depurados).
  • Tienen una rara influencia sobre el botón de repeat de mi equipo. Si el sentido común no lo impidiera o no existiera el riesgo de gastarlos, cada uno de ellos podrían sonar una y otra vez hasta el fin de los días sin provocar hartazgo.
  • Pueden ser detectados cuando suenan en un lugar público en menos de 5 segundos independientemente de lo lejano que se escuche o los decibeles del ruido ambiente. Convierten cualquier lugar en mi casa.
  • Son recomendables e irrecomendables en proporciones iguales. Fueron grabados en infinitas oportunidades para un infinito número de allegados (lo que llevó tambien a perderlos muchisimas veces). Quisiera que todos (TODOS) sintieran lo mismo que yo al escucharlos, dediqué horas a defenderlos y no pierdo oportunidad de hacerlos sonar en fiestas y reuniones aún a riesgo de despertar la ira pública (también como excusa para escucharlos una-vez-más y ). No puedo entender cómo pueden NO guastarles a alguien, pero, internamente, sé que no son de todos, que son mágicos sólo para mí.
(sí, ya sé, son 11... ¿Y?)

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