(500 days with Summer, Marc Weeb, EEUU. 2008) Si dos personas se enamoran escuchando a The Smiths, el romance no puede otra cosa que estar signado por una dulce amargura. Así se conocen los protagonistas de 500 días con ella y ese punto de encuentro marca el espíritu de escepticismo esperanzado que va a impregnar toda la historia.
Marc Weeb ve la experiencia amorosa como una fantasía unilateral, por eso la muestra como un artificio, como una construcción ficcional en la que no importan los hechos, el tiempo ni el lugar. Lo único relevante es cómo el enamorado vive esa ilusión romántica, cómo se mantiene en la burbuja que fatalmente se va a pinchar.
Por eso, el relato de la película está cronológicamente alterado, empieza por el final y afirma que la que se nos va a contar es una historia de amor fallida y que el héroe terminará derrotado. Inmediatamente nos lleva al génesis, a la forma en que Tom (Joseph Gordon-Levitt)descubre todos los datos objetivos que le indican que Summer (Zooey Dechanel) es su chica ideal. Adoptamos el punto de vista del muchacho y vemos como uno a uno éste vive los hitos mágicos de la relación, los momentos donde todo se ve color de rosa. Pero el director es cínico y astuto, y mediante recursos estéticos nos hace desconfiar de la visión del protagonista, todo suena a irreal en lo que pasa. Es así que la felicidad post coito se representa en forma de coreografía musical callejera, con pajaritos de Encantada incluidos. También la ilusión de una vida doméstica feliz está teñida de simulacro. La supuesta dichosa pareja prueba los muebles de exhibición en la tienda Ikea, juega “a la casita” en una escenografía artificial en donde todo tiene etiqueta de precio.
Incluso hay signos de alarma en la construcción del personaje femenino. Summer es de esas señoritas un poco excéntricas y misteriosas, plagada de pequeños detalles que las vuelve supuestamente encantadoras. Dice que no quiere compromisos, pero en los hechos se comporta pidiendo a gritos que le den guerra. Cara de ángel, corazón de demonio, la famosa mosquita muerta pensamos todos menos su amante.
Más tarde, mientras todo se desmorona y ya las cartas están jugadas, las diferencias entre lo esperado y lo que realmente sucede se vuelven explícitas: las pantallas se divide en dos y por un lado presenciamos lo que podría haber sido si las esperanzas de Tom se concretaran y por otro lo que es, la cruda realidad del abandono.
Finalmente, cuando la película vuelve a su principio/final y el ocaso se hace explícito, uno se pregunta si vale la pena ser tan desconfiado o si hubiéramos sido más felices de haber asistido a los acontecimientos con la inocencia gozosa de Tom.
500 días con ella funciona como manifiesto postpostmoderno. Es una petición de principios que reconoce la fría realidad, pero cree que puede ser modificada, aunque sea un poco. Nos dice que todos vivimos los fines del siglo XX y sabemos que el amor es casi una utopía, pero que vale la pena no quedarse solo y seguir la experiencia amorosa como objetivo, cual burro a la zanahoria. Porque entre el deslumbramiento y el necesario desencanto hay un camino de autoengaño por demás gozoso y que vale la pena experimentar.
4 comentarios:
ME ENCANTO.... EL AMOR ES UNA MIERDA!!!!! JEJEJEJE
EL SIGLO XXI QUE SE TRAE.. ROMPER LAS BOLAS!
BESOS PAO
Me gustó mucho tu crítica. Hizo que me dieran ganas de verla. Cuando la vea te dejo mi opinión.
Un beso grande Pao y felicitaciones sos una excelente escritora. A ver para cuando una novela!
Dany
Que mejor engañador que uno mismo!
Excelente crítica.
Me encantó tu crítica como siempre.La peli deja un sabor amargo pero te atrapa y vale la pena verla
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