José Martí
(“On the death row”, Werner Hersog, 2011) Apenas
empieza cada capítulo de “On the death row” , Herzog, con su simpático inglés
de Sigfrid, se declara ”respetuosamente”
en contra de la pena de muerte. Es entonces que nuestra conciencia
políticamente correcta se relaja en la butaca preparada para algún tipo de show
panfletario en contra la arbitrariedad de una sociedad que mata a sus
ciudadanos; pero esta comodidad dura poco. No es
esto lo que nos trae esta serie de entrevistas a condenados a muertes que Herzog
hizo para televisión con retazos que
quedaron excluidos de su “Into the abyss” cuando decidió contar este documental
desde una única historia. En estos pequeños documentales (o en el proyecto que
puede considerarse la serie completa), la posición ideológica del director
parece dar un paso al costado y permitir que el espectador saque sus propias
conclusiones.
Fiel a
su estilo, las entrevistas de Herzog salen rápidamente del plan de una posible
tesis y vagan conducidas por el impulso brutal y arbitrario de su curiosidad.
Subido a esa actitud cándida, parece encontrar licencia para preguntar con una
honestidad violenta todo tipo de detalles ajenos al decoro y qué en la mayoría
de los casos sorprende a quien espera argumentos en contra de la culpabilidad
de los acusados. Lo primero que aclara Herzog a cada condenado son dos cosas:
por un lado que está en contra de la pena de muerte y en seguida que el
objetivo de la entrevista no es lograr la absolución ni colaborar con el
progreso de su caso. Colocándose en un terreno simpático pero neutral, el
director abre el juego para que todos cuenten los hechos (o su versión de los
hechos). Indudablemente, uno de los grandes temas que atraviesa este proyecto
es la capacidad de contar una historia: las voces de los acusados, de los
fiscales, de los abogados, de las familias, de los informes policiales se
suceden unas a otras y van moldeando versiones de los hechos tan variadas como
probables, todas posibles, todas reales, todas terribles. En este regodeo por
momentos amarillista en los crímenes (en los que se puede descubrir cierto
coqueteo irónico con algún género televisivo que hace del crimen y del morbo un
espectáculo, pero también con los films de juicios y las películas de maníacos
asesinos) Herzog va abriendo preguntas, delineando personajes y, lentamente,
estableciendo límites. Parece haber entendido que si vamos a hablar de
humanidad (y de alguna defensa posible del derecho a la vida) mostrar la cara
amable era hacer trampa y la opción es ponernos ante el espectro completo, sin
atenuantes, sin anestesias. Los culpables lo son abiertamente y sin simpatías,
los presuntos inocentes son enfrentados a sus contradicciones y a la palabra de
quienes decidieron condenarlos. A poco de avanzar en cada entrevista, el
espectador encuentra difícil el perdón o la coartada de la posible
justificación por inocencia. Sacado de este lugar seguro, la butaca
bien pensante debe trabajar un poco más para mantenerse en su postura.
Escapando a
otro de los lugares comunes de los ataques a la pena de muerte, Herzog parece quitarle
a sus entrevistados el perdón por la
locura. Aunque aparecen nombradas historias de abusos familiares o injusticias
del sistema que podrían dar pie para victimizar desde la insanía a los
condenados, en todas las entrevistas hay un cuidado muy especial (y cierta fascinación
también) en mostrar la inteligencia de quienes están tras las rejas y esperando
la inyección letal. Si hay algo que rápidamente queda claro es que esa gente no
es bestial. No actuaron como animales, sino como humanos en sus crímenes: para
planearlos, para defenderse, para justificarse o para arrepentirse, cada uno de
ellos es dueño de si mismo y al hacerlo hacen uso de una capacidad
exclusivamente humana. Manipulan sentimientos, montan espectáculos de redención
o de indignación, discuten los límites del su derecho a la vida para salvarse
del la pena capital o para suicidarse a cuenta del estado: cosas que una bestia
no podría hacer, cosas que sólo hacen las personas. De este modo, junto al
posible indulto moral a los asesinos también se nos quita la posibilidad de
considerar a la pena capital como una forma de depurar elementos desviados, anomalías
sociales, engendros para- humanos. No señor, ninguna salida fácil. Si vamos a
matarlos o a perdonarlos, hay que aceptar
que son personas en pleno uso de lo que los hace personas. La película nos presenta
el monstruo implacable que parece haberse producido por generación espontánea y
a todo su entorno para quienes parece
ser un asesino por naturaleza, pero al mismo tiempo nos muestra que esas anomalías
no crecen aisladas. Nos señala un Estado castigando a los malos pero también a
las leyes de Texas generalizando una pena capital a un grupo de prófugos y
usándola para castigar una fuga que dejó en ridículo al sistema carcelario. El hombre
es lobo del hombre parece querer decirnos cada historia todo el tiempo. Los
asesinos (seriales, casuales, resentidos, accidentales) cumplen ese destino y
el Estado, a su manera, también lo hace cuando castiga a asesinos cometiendo
nuevos asesinatos.
Aquí parece
llevarnos todo el circo que “On death row” está montando: tendemos a asociar lo
humano con lo humanitario. Si está claro que lo bestial no es más que una parte
de lo
humano y si vamos a tomar esto como patrón para defender la vida o
atacarla deberiamos empezar por preguntarnos qué hace humano a alguien y que
transgresiones lo ponen fuera del conjunto para merecer ser asesinado. Después
de conocer estas cuatro historias con todos sus detalles y puntos de vista,
nadie termina en el mismo lugar de donde salió: como debería ser la
norma de cualquier documental de tesis,
este recorrido nos deja más preguntas que respuestas.Werner Herzog's ON DEATH ROW (2:30
Clip) from Military
Channel on Vimeo.
Transitar
estas entrevistas deja claro que la vida humana es más compleja de lo que
parece y que decidir sacrificarla para purgar un crimen o preservarla como un
valor es una decisión tan compleja como establecer los limites mismos de lo
humano. Quizá la mejor síntesis de lo que Herzog quiso decir con esta serie de
entrevistas sea el diálogo que mantuvo con la fiscal de la causa de Linda Carty. La
fiscal sostiene que Linda es muy manipuladora y que cuando se habla con ella se
tiende a olvidar su crimen y a su victima (está esperando ser ejecutada por el
asesinato de una joven madre y su bebé recién nacido) y a humanizarla. Herzog acuerda
con ella en casi todo, sólo le hace una objeción “ En realidad no fue necesario
humanizarla, ya que Linda es un ser
humano”.
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