(¡Lo nuevo de ataque!, El robot bajo el agua) Ya desde los tiempos de Jaime Sin Tierra las composiciones de Nicolas Kramer llevaban encima una gran ambivalencia.
Eran canciones que se amaban o se odiaban. O seducían con sus letras y sus melodías relajantes o aburrían hasta límites insospechados. Con ese estilo particular y hasta sectario, Jaime Sin Tierra logró hacerse un reducido pero incondicional público, que incluso siguió creciendo después de la separación.
En su nuevo proyecto, Kramer apostó por multiplicar la fórmula por cien, volviendo aún más llanas sus letras, mucho mas monótonas sus canciones, mucho más automatizado su método de composición. El primer disco – Óptica Espacial desde el corazón- podría tomarse como una provocación, o un álbum conceptual, el segundo –Destrabando la palanca-, un refuerzo de la idea original. Ya el tercero – Solo resta sumar- , olía a exceso y su nombre parecía ser más bien una confesión.
Pero alcanza con escuchar diez segundos de ¡Lo nuevo de ataque! para darse cuenta que de nuevo no tiene nada, y perder casi por completo las ganas de seguir escuchando. Son canciones que ya escuchamos una veintena de veces, y ni siquiera en su versión original resultaban un derroche de originalidad.
Se puede experimentar haciendo música, jugando con la repetición de un mismo sonido. Si uno es arriesgado, puede mantener ese mismo tono en todo el disco. Pero cuando ya tenés una discografía de cuatro volúmenes, y seguís grabando la misma canción y solamente cambian las letras, algo falla. Sos la Mona Jiménez, pero sin la posibilidad de bailar.
Es una pena, porque las líricas saben tener sus momentos agradables, pero mezclados entre tanta simpleza, parecen más un descuido que el resultado de un trabajo meditado.
Por otro lado es difícil descubrir esos momentos, porque al ser tan constante el sonido de las canciones, es sumamente fácil distraerse y dejar de prestar atención a lo que se está escuchando. Por eso es necesario un esfuerzo para disfrutar las letras, y al hacerlo, uno termina aburriéndose demasiado rápido.
Es difícil saber qué es lo que intenta hacer Kramer con El robot bajo el agua. Quizás habría que pensarlo como un disco ambiental, de esos que se dejan sonando sin prestarle atención a las canciones. Pero de ser así, no se entiende bien la presencia de letras. Además en el caso de ser discos ambientales, debería tener una mayor cantidad de variaciones en el clima, y en el sonido entre álbum y álbum, que realmente no tiene.
Es un disco sólo para esos fanáticos incondicionales, que siguen a Kramer a ciegas desde los tiempos de Jaime Sin Tierra. Pero si el Robot sigue buceando bajo las mismas aguas es muy probable que esa incondicionalidad se vuelva relativa y termine por perderse.
Eran canciones que se amaban o se odiaban. O seducían con sus letras y sus melodías relajantes o aburrían hasta límites insospechados. Con ese estilo particular y hasta sectario, Jaime Sin Tierra logró hacerse un reducido pero incondicional público, que incluso siguió creciendo después de la separación.
En su nuevo proyecto, Kramer apostó por multiplicar la fórmula por cien, volviendo aún más llanas sus letras, mucho mas monótonas sus canciones, mucho más automatizado su método de composición. El primer disco – Óptica Espacial desde el corazón- podría tomarse como una provocación, o un álbum conceptual, el segundo –Destrabando la palanca-, un refuerzo de la idea original. Ya el tercero – Solo resta sumar- , olía a exceso y su nombre parecía ser más bien una confesión.
Pero alcanza con escuchar diez segundos de ¡Lo nuevo de ataque! para darse cuenta que de nuevo no tiene nada, y perder casi por completo las ganas de seguir escuchando. Son canciones que ya escuchamos una veintena de veces, y ni siquiera en su versión original resultaban un derroche de originalidad.
Se puede experimentar haciendo música, jugando con la repetición de un mismo sonido. Si uno es arriesgado, puede mantener ese mismo tono en todo el disco. Pero cuando ya tenés una discografía de cuatro volúmenes, y seguís grabando la misma canción y solamente cambian las letras, algo falla. Sos la Mona Jiménez, pero sin la posibilidad de bailar.
Es una pena, porque las líricas saben tener sus momentos agradables, pero mezclados entre tanta simpleza, parecen más un descuido que el resultado de un trabajo meditado.
Por otro lado es difícil descubrir esos momentos, porque al ser tan constante el sonido de las canciones, es sumamente fácil distraerse y dejar de prestar atención a lo que se está escuchando. Por eso es necesario un esfuerzo para disfrutar las letras, y al hacerlo, uno termina aburriéndose demasiado rápido.
Es difícil saber qué es lo que intenta hacer Kramer con El robot bajo el agua. Quizás habría que pensarlo como un disco ambiental, de esos que se dejan sonando sin prestarle atención a las canciones. Pero de ser así, no se entiende bien la presencia de letras. Además en el caso de ser discos ambientales, debería tener una mayor cantidad de variaciones en el clima, y en el sonido entre álbum y álbum, que realmente no tiene.
Es un disco sólo para esos fanáticos incondicionales, que siguen a Kramer a ciegas desde los tiempos de Jaime Sin Tierra. Pero si el Robot sigue buceando bajo las mismas aguas es muy probable que esa incondicionalidad se vuelva relativa y termine por perderse.
2 comentarios:
"Mmmmm" ...solo eso por ahora, cuando escuche el disco y si te la bancás ...que comience el debate!
Saludos de Fin de año!
Aqui estare esperando por ahora... espero que el fanatismo no nuble tu oido :P
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