("No country for old man" Ethan y Joel Coen) En “Sin lugar para los débiles” no importa lo que pase, siempre triunfa el Mal, y no vale la pena apurarse para descubrir lo terrible que fatalmente va a suceder. Por eso, la historia simple de la persecución de una valija mal habida, toma su tiempo en desarrollarse y pide al espectador paciencia y templanza para disfrutar como se cuentan las malas noticias que vendrán.
Bajo esta consigna fatalista, el suspenso que atraviesa la película cobra otra dimensión: todo se transforma en una espera de la desgracia que causa nervios solo porque se sabe que no hay posibilidad de salvación ante el peligro.
¿Pero, por qué tenemos que entregarnos a esta exhibición de pesimismo? ¿Que hay entre el momento en que nos sentamos en la butaca y el inevitable final infeliz?
En medio están los Hermanos Coen con sus imágenes fantásticas, con sus cámaras siempre puestas en el lugar menos pensado y con el humor incorrecto del que se ríe donde no debería haber chiste.
Está Javier Bardem, con su cara de piedra y su peluca imposible, suerte de Terminador del lejano oeste, que mata porque le place y persigue sin fatiga a un incauto que le robó dinero. Y también está su contrafigura, Tommy Lee Jones, el sheriff de rostro sufriente, que se lamenta porque los viejos tiempos eran malos, pero estos son peores.
El film no tiene música porque no la necesita, la fotografía llena la pantalla y los diálogos cuentan con la sonoridad necesaria para entretener y mantener atento al que los escucha. Los Coen se toman su tiempo para contar bellamente lo feo, siempre al borde de desbarrancar en lo exagerado.
El que espera desespera, dice el refrán, y en este caso no es así, quienes decidan atravesar el camino que propone “Sin lugar para los débiles” serán premiados con una buena película y sabrán que la vida es injusta, pero por lo menos, puede pasarsela bien mientras se transita.
No hay comentarios:
Publicar un comentario