23 de mayo de 2008

Drexler minimalista




La experiencia del Drexler básico resultó un éxito: cantante de garganta perjudicada, pero inspirado y público silenciado bajo coacción hicieron más que agradable la noche del 22 de mayo en el Gran Rex.
Les dejamos este video, que es viejo y con una dedicatoria desactualizada, pero que corresponde a una de las letras más lindas del repertorio del uruguayo....

20 de mayo de 2008

Fue bueno mientras duró


Los diarios de hoy aseguran que la Pequeña Orquesta de Reincidentes ya no existe más.

19 de mayo de 2008

Salvado del lado oscuro

Jorge Drexler venía con las acciones en baja en la arbitraria mesa examinadora de De Filias y Fobias. Los autores de este blog, poco serios en sus juicios artísticos, y siempre dispuestos a denostar a las estrellas por las razones más absurdas, lo habían puesto en la lista negra por haber engañado a su mujer de años y por su romance con la vegetativa de “Hable con ella”.

Para colmo, no soportamos que hubiera tenido el tupé de hacérnoslo saber con todo detalle en su último disco “12 segundos de oscuridad”. Que si la cornuda le había leído los mails adúlteros, que si estaba triste por el divorcio controvertido, que si estaba caliente como negra en baile con la Waitling, de todo eso no nos queríamos enterar, pero en cada canción nos lo hacía escuchar, destruyendo progresivamente la imagen que le habíamos comprado de osito cariñoso charrúa.

Tras cartón, su último recital en Buenos Aires resultó un bodrio: corto de extensión, con delirios cools-electrónicos, un repertorio sin los éxitos de hoy y de siempre… en fin, un chasco.
Pero, al borde de entrar en la papelera de reciclaje de los ídolos caídos, el uruguayo se sale con el disco “Cara B” y en la primera escuchada nos disponemos a aprontar los papeles para el indulto ipso facto.

Drexler ofrece un combo de dos discos que funcionan como una radiografía de su universo musical. El primero muestra la fase pública del artista en concierto, y el segundo nos muestra su cara privada de maquetas y homenaje a sus influencias.

Cara A es el registro en vivo de una gira por Cataluña. Su escucha, más un poco de imaginación, bastan para situarnos de inmediato en el clima de un recital de Drexler con todas sus características clásicas: los arreglos y afinación cuidada, el diálogo con el público que muchas veces se pasa de denso, y sus letras más bonitas.

Pero lo verdaderamente interesante lo encontramos en el cara b del disco del mismo nombre. Ahí la cosa se transforma casi en la grabación de un fogón donde Drexler agarra la guitarra y nos canta sus canciones favoritas.

Haciendo uso de cuatro idiomas, rescata temas de artistas tan disímiles como Leonard Cohen, Caetano Veloso, Zitarrosa o Kiko Veneno.

Se nota que todas estas canciones les gustan porque las canta con un entusiasmo y buen gusto que hace que nosotros también las disfrutemos. El clima del disco logra que nos sintamos invitados al living de su casa, donde el uruguayo nos invita a un buen vino y nos improvisa un paseo por la música del mundo.

En "Cara B" Drexler se redime y nos muestra como lo queremos ver y escuchar, sencillo, directo, sensible, casi como el amigo con buen gusto musical que todos desearíamos tener.
Para muestra sobra un botón:
Tracks recomendados: cara a: "Un país con el nombre de un rio"; "Zamba del olvido"; "Soledad", "Sea". cara b: "Gracias"; "Dance with me to the end love"; "Milonga de ojos dorados"y " Zamba por vos"

18 de mayo de 2008

Hay días sospechosamente lights



"Mi Gin Tonic" A.C.

9 de mayo de 2008

9 de mayo: día internacional del ave

Un saludo a todos los pollos (amigos y enemigos) en su día

2 de mayo de 2008

Pieles frías según Ronald McEwan

(On chelsi beach, Ian McEwan. Anagrama)Parece ser el mejor camino par que un escritor se vuelva mediocre: después de forjar por años uno, dos, tres grandes libros, la crítica lo aclama, los jurados los reconocen, la Academia los estudia y finalmente, las grandes editoriales lo editan. Ahí sobreviene el desastre: los compromisos comerciales.

Los lectores de Expiación, de Sábado sabemos que McEwan puede ofrecer mucho más. Quizá la necesidad de producir acorde a los tiempos del mercado explique la pobre sensación que deja On chesil beach, su última novela. Tal vez, la exigencia de cumplir con un contrato firmado sea la causa de que un sólido narrador, que demostró manejar a la perfección los tiempos y jugar graciosamente a las estructuras, haya inflado lo que hubiera sido un muy buen cuento hasta convertirlo en una nouvelle desnaturalizada.

On chesil beach cuenta la historia de una noche de bodas, la de Florece y Edward, dos jovenísimos esposos que llevan sobre sus espaldas el peso de ser estereotipo de la represión sexual. La novela tiene vocación de cuadro de época y apela al viejo mecanismo de lo micro por lo macro. Los derroteros de estos jóvenes pre revolución sexual se amplían como las ondas de una piedra en el agua a sus cuadros sociales y en la situación política de la post guerra. Pero la estructura es previsible y por momentos lo que sorprende es la acumulación de lugares comunes (¿tiene que ser ella la frígida y él el impulsivo e incontinente?).

Dueño de sus recursos, McEwan deslumbra en un par de pasajes donde con un mínimo de acción logra climas intensísimos, y en dos o tres diálogos cargados de cosas que no se dicen. Pero más allá de estos momentos que nos recuerdan que estamos ante un muy buen narrador, la historia cansa y el recurso alargado termina por irritar. Hasta el mismo autor parece fastidiado cuando, cerrado el conflicto, resume los 60 años de vida restantes de los personajes en diez páginas que parecen ser un relleno para cubrir la cantidad pautada de caracteres.

Uno va terminando el libro y piensa que en realidad es una pena, que hubiera sido lindo leer algo mejor y medita si realmente valdrá la pena ver qué escribirá la próxima vez. Pero, zorro viejo, Mc Ewan, guarda un As en la manga: hoja aparte, en medio de una página blanca se lee a manera de colofón.

“Los personajes de esta novela son ficticios y no guardan parecido con personas vivas o muertas. El hotel de Edward y Florence – casi dos kilómetros al sur de Abbostsbury, Dorset, que ocupa una posición elevada en un campo, detrás del aparcamiento de la playa- no existe”. Puede que un párrafo tan rotundo justifique un mal libro. Quizá le demos un crédito, vamos a tener que leer la próxima.