(Cuentos completos, Leopoldo Maria Panero, Ed. Paginas de Espuma) La película “El desencanto”, o al menos la reseña que apareció hace unos días en este blog sobre ella, bien sirven como introducción a los Cuentos Completos de Leopoldo Maria Panero.
Pero si usted es vago; o no le interesa el cine; o no le gusta como escribe sus reseñas P.S., le alcanza con saber que el autor de estos cuentos, es hijo de Leopoldo Panero, uno de los principales poetas e intelectuales del franquismo. Sirve decir también que desde pequeño su vida es un derrotero por los distintos manicomios de España. Y por ultimo, vale remarcar, que es, dentro de la familia Panero, el principal retractor de la obra de su padre.
Esta relación conflictiva (siendo amables) con su progenitor, se deja ver con mayor énfasis en el primer libro recogido en esta edición, “El lugar del hijo”, donde todos los relatos giran, o al menos tienen como un ingrediente central precisamente las relaciones filiales: padres que comen a sus hijos, e hijos que matan a sus madres, entre otras perversiones. Este rasgo es llevado al extremo en “Presentimiento de la locura” (uno de las mejores narraciones del libro), donde un padre borracho y su hijo adoptado van alternándose en los roles de víctimas y victimarios a lo largo de las páginas.
Pero a medida que uno avanza por las páginas de Panero, empieza a darse cuenta de que la relación con su padre, lejos de ser un eje temático en su obra, solo le sirvió como “inspiración” para su primer libro. El eje, en realidad esta formado por tres conceptos que interactúan en todos y cada uno de sus cuentos: La locura, la ciencia, y la mística.
Locos que acceden al conocimiento por medio de la magia negra, científicos que gracias a la locura alcanzan un conocimiento místico. La ciencia y la locura son, en el universo de Panero, dos medios similares para alcanzar el mismo fin.
Esa búsqueda siempre esta minada de excesos y de horror: Asesinatos, canibalismo, sacrificios, rituales escatológicos. Todo tipo de excentricidad, si es lo suficientemente desagradable, parece valer, según Panero, para acceder a ese conocimiento superior, que es siempre potestad del loco.
Todo lo dicho hasta ahora puede sonar atractivo, al menos para gente perturbada como uno, pero plasmado en el papel no siempre termina siendo tan satisfactorio como promete. En realidad, al leer los cuentos de Panero no puede evitar la sensación de estar leyendo a un autor tardío. Uno no reconoce en él un escritor post-franquista, hijo de las corrientes narrativas de la segunda mitad del siglo XX, sino más bien da la impresión de ser un escritor del siglo XIX. Los nombres que golpean nuestros cerebros son viejos conocidos como Poe, Rimbaud, Baudelaire, Lautréamont, y, principalmente, Lovecraft.
Esto puede ser un dato menor, incluso esnob, por considerar un defecto el hecho de no ser “moderno”. Pero hay dos detalles que vuelven estos detalles algo fatal para su obra. El primero, es que Panero no es Lovecraft, Poe, ni ningún otro de sus “mentores”, y se nota. El segundo, es que el lector contemporáneo es muy distinto al lector del siglo XIX. Lo místico relacionado con la ciencia, e incluso con la locura eran temas que en el siglo XIX podrían ser considerados incluso tópicos. A nadie le extrañaba leer en Poe que un médico por medio de la hipnosis lograra hablar con un muerto. Pero hoy por hoy, cuando leemos a Panero, es sumamente difícil sentir la misma inquietud. Pensar que, como ocurre en el relato “El lente”, un microscopista logre ver el infierno en una gota de agua es algo muy poético, pero en absoluto inquietante.
Lo místico, en sus cuentos, en lugar de generar “terror”, genera alivio. Relatos que logran que uno se inquiete, explotando de forma brillante la ambigüedad de la locura, son arruinados con estruendo por la solución mística, caprichosa, incluso forzada en algunos casos, que rompen absolutamente el clima de la narración.
Quizás por eso los relatos que mejor sabor de boca dejan son los del segundo libro, “Confesiones de un asesino”, y los inéditos, que suelen centrarse mas en los tópicos de locura y misticismo, dejando la ciencia de lado.
En esos textos, más modernos también en lo formal, Panero va y viene de la locura. Es verdad que también son estos los relatos más simbolistas, y más dignos de un “poeta maldito”, pero en este caso uno le perdona más fácilmente el anacronismo. Principalmente porque es mucho mejor alumno de Baudelaire y Lautréamont que de Poe y Lovecraft, pero también porque son narraciones mas inmersas en la locura, sin intenciones de racionalidad, y donde mas fácilmente da rienda suelta a su poesía de la enajenación.
Por ultimo, vale decir que tres de estos relatos, en realidad no son obra de Panero, sino que son “traducciones” de cuentos de Fitz-James O´Brien y de Arthur Machen. Pero la forma particular de traducir que tiene Panero (en palabras de él, sus libertades o liberalidades), que le permite agregar desde palabras aisladas hasta párrafos enteros a el texto original, y la afinidad de estos relatos con respecto al conjunto, permiten que uno los asimile dentro de la obra del autor sin mayor escándalo.
En definitiva, los Cuentos Completos de Leopoldo Maria Panero son una buena opción para aquellos que luego de ver “El Desencanto” quedaron enamorados del personaje y quieren entrar en su mundo, o para aquellos que se enamoraron de su poesía y quedaron con ganas de más. El resto de los mortales quizás no se sientan tan atraídos por sus relatos, a no ser que sientan cierta afinidad con los temas que obsesionan al escritor español.
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