(Adventureland. Gregg Mottola.2009) Cine pensado especialmente como un golpe al corazón de los varones. El tipo sensible puede ir por estos días a su sala amiga y encontrar retratados sus dilemas adolescentes, esos que guarda en lo profundo de su psique, los haya resuelto o no. Y sin duda va a salir de la sala conmovido y reconfortado, porque esos conflictos son allí tratados de manera amable y, al final de la película, se solucionan felizmente.
Adventureland propone un viaje a la adolescencia tardía, ese momento en que se sospecha que se debe dejar de ser proyecto para convertirse en acción. Un veinteañero pasa el verano pre-inicio de la facultad trabajando en un parque de diversiones medio pelo y ahí tiene que decidir quien quiere ser y con quien quiere estar cuando las vacaciones terminen.
En Adventureland no se cuenta ninguna historia original, es más, está plagada de lugares comunes, pero la mirada que elegida al narrar es lo que la vuelve entrañable. Su director, Gregg Mottola, para filmar, se encarna sin protección alguna en el protagonista del cuento y toma su forma inocente, acomplejada y también deslumbrada de ver el mundo. Por eso las chicas son opacas, no podemos conocer su interior, solamente acceder a sus cuerpos y a lo que deciden mostrar, porque lo de adentro es misterioso e insondable. Los amigos son muletas que a veces lo dejan a uno rengo y toman caminos propios. Por su parte, los mayores muestran un horizonte que conviene no seguir, son débiles y tratan de esconder sus miserias, aunque de vez en cuando se les ve la hilacha.
El film es piadoso y despreocupado con sus personajes, no los juzga, solamente los acompaña a vivir. Por eso es que el espectador se siente cómodo con ellos, porque todos hacen lo que pueden y como pueden, como cualquiera de nosotros.
Adventureland propone un viaje a la adolescencia tardía, ese momento en que se sospecha que se debe dejar de ser proyecto para convertirse en acción. Un veinteañero pasa el verano pre-inicio de la facultad trabajando en un parque de diversiones medio pelo y ahí tiene que decidir quien quiere ser y con quien quiere estar cuando las vacaciones terminen.
En Adventureland no se cuenta ninguna historia original, es más, está plagada de lugares comunes, pero la mirada que elegida al narrar es lo que la vuelve entrañable. Su director, Gregg Mottola, para filmar, se encarna sin protección alguna en el protagonista del cuento y toma su forma inocente, acomplejada y también deslumbrada de ver el mundo. Por eso las chicas son opacas, no podemos conocer su interior, solamente acceder a sus cuerpos y a lo que deciden mostrar, porque lo de adentro es misterioso e insondable. Los amigos son muletas que a veces lo dejan a uno rengo y toman caminos propios. Por su parte, los mayores muestran un horizonte que conviene no seguir, son débiles y tratan de esconder sus miserias, aunque de vez en cuando se les ve la hilacha.
El film es piadoso y despreocupado con sus personajes, no los juzga, solamente los acompaña a vivir. Por eso es que el espectador se siente cómodo con ellos, porque todos hacen lo que pueden y como pueden, como cualquiera de nosotros.
Adventureland podría funcionar como una precuela de Alta Fidelidad. Su protagonista está planeando la etapa de la vida de la que su hermano mayor John Cusack ya está haciendo balance en la obra de Fears. Ambas son una películas de género (masculino), pero aptas para todo público, visitas a las cabezas de los hombres, con todo lo simpáticos e insoportables que pueden ser. Como en la vida misma.
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