("La utilidad de un revistero" Adriano Salgado 2013) Desde qué el cine es cine, el montaje fue siempre el artilugio privilegiado para administrar el tiempo de una historia. Proponerse la tarea de de contar una película prescindiendo de la edición es, al menos, un gesto arriesgado. Con La utilidad de un revistero, su ópera prima, Adriano Salgado recoge el guante y nos ofrece una película que es al mismo tiempo una ficción y una exploración sobre los limites del discurso cinematográfico.
La película cuenta, en un único plano secuencia de 113 minutos, el primer encuentro entre dos mujeres que se juntan para conocerse. Apoyándose en un muy sólido guión, Salgado evita los peligros de someternos al rigor de un ejercicio experimental o una propuesta excesivamente teatral. La información es administrada astutamente y valiéndose de impecables actuaciones (Maria Ucedo y Yanina Gruden), la trama va construyendo la historia y las relaciones de los personajes de manera que entretiene e interesa. Pero, aún pudiendo llevar adelante la película con estos elementos, Salgado elige llevar la apuesta un poco más allá . Lejos de hacernos olvidar que estamos ante una cámara fija, parece querer recordarnos esta ausencia exhibiendo un catálogo de recursos cinematográficos que colaboran con el ritmo y la administración del tiempo. Frente a la única cámara inmóvil, las luces cambian, las actrices ponen música o mueven los muebles administrando el espacio de una forma dinámica, o entran y salen integrando el fuera de campo y extendiendo la percepción hacia otros espacios sonoros. Cada uno de estos elementos es intensamente cinematográfico y no teatral, con lo que nada suena coreografiado. Uno a uno estos recursos sirven para administrar el ritmo narrativo y construyen una sintaxis diferente que nos obliga a pensar en diferentes formas que el cine usa para contar una historia.
Pero quizá lo más interesante de la propuesta es cómo el guión integra el contenido y la imagen. Cada uno de los recursos usado encuentra resonancias en los diálogos y las acciones de los personajes, construyendo un sistema de ecos que se repiten aquí y allá. De esta manera, la película se constituye para el espectador atento en una invitación al juego. En cuanto descubrimos el código es fácil y divertido empezar a buscar esas resonancias que colaboran, además, a dar unidad al lenguaje formal y conceptual de la película. El único peligro, en este juego es que se vuelva preciosista o excesivamente barroco. Salgado se detiene justo en el límite, pero peligrosamente cerca del lugar donde este juego empezaría a pecar de ingenioso.
De esta forma La utilidad del revistero, una película que puede pensarse construida en contra del montaje, se convierte en realidad en un homenaje a esta ausencia, ya que cada uno de los elementos que la forman parece dialogar con ese montaje fantasma y ponernos enfrente de su propia utilidad. La ausencia del montaje es una paradójica forma de presencia, de la misma forma que la mano firme de este director que parece no dejar ningún cabo suelto, sirve como una invitación a un espectador activo que gusta de construir su propia experiencia frente a la película que esta viendo.
(Desde el 27 de agosto en Centro Cultural San Martín -Sarmiento 1551- todos los jueves, viernes y domingos a las 20hs y los sábados a las 22hs, durante todo el mes de septiembre).
27 de agosto de 2015
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