4 de agosto de 2007

Sueles dejarme sola


(Una novia Errante. Ana Katz. 2007) Playa en día nublado, novio monosílabo, gordo baboso, pueblerinos de amabilidad provinciana y una mujer al borde de un ataque de nervios es el menú de “Una novia errante”.
Pero no sólo eso, hay algo más: la chica se separó de su novio. Mejor dicho, muy adentro suyo sabe que ya se separó, pero todavía falta que su cuerpo y su mente lo entiendan. Sobre el tiempo y los días que lleva la elaboración de ese duelo trata la película de Ana Katz.
Describir viajes interiores siempre fue más fácil para la literatura que para el cine, pero Katz lo logra. Para eso pone a su protagonista en un lugar que no es el suyo y entre gente extraña.
Inés, así se llama la novia errante, da manotazos de ahogado a la vida. Está triste, no tiene noción del ridículo ni del peligro, se traslada con una nube imaginaria del problema que la agobia y que no le permite hacer verdadero contacto con los que la rodean. Un gordo desagradable con intenciones de Don Juan o de violador trata de seducirla y ella ni se entera. La gente del pueblo intenta ayudarla y los maltrata o los ignora. Todo en ella está revolviéndose para poder volver a ordenarse, por eso solamente puede hablar con ella misma y con su bronca.
En distintos escenarios, o con diferentes detalles de color, cualquier chica espectadora puede identificarse con esta novia errante, por lo que se recomienda ampliamente su visión a aquellas que quieran fortalecer el sentimiento de solidaridad femenina. También se sugiere esta película a los hombres curiosos que deseen espiar un rato qué pasa del otro lado, cuando, canallas y egoístas, abandonan a las damas, así, de repente tristes y solas.

No es por decir, pero...
Portaluppi, la cara argentina del sexo oral

No importa que sea un actor serio, que interprete a los clásicos del teatro ni que lo hayan dirigido los más importantes directores del cine nacional. En “Una novia errante” trabaja Carlos Portaluppi y en cada escena parece que tuviera escrito en la frente “haceme la Gran Dominici”.
El personaje del farmacéutico (gordo relajado que, a cambio de falopa, pedía en “Vulnerables” a Leonor Manso que descendiera al lugar ubicado en el mismísimo centro entre sus patas gordas y su prominente barriga) marcó para siempre a Portaluppi y lo va llevar hasta la tumba.
Con esos ojos saltones, esa sonrisa de concuspicente no puede engañar a nadie… Portaluppi debería asumir su destino, unirse a colegas como Hugh Grant y Bill Clinton y organizar la liga internacional de “Me gustan más arrodilladas, y que
?”.

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